(Con spoilers)
Todos los lunes, como ya comenté, postearé sobre El Quijote como parte de la lectura conjunta propuesta por Laky.
En este primer capítulo aparece caracterizado el
protagonista como hidalgo de los de lanza
en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Este hidalgo
es un hombre de unos cincuenta años, muy delgado, nada musculoso, amante de la
cacería. Pero lo que más detalla, por lo que dispara su afán de aventuras, es
su pasión o fanatismo por los libros de
caballería. Me he reído mucho con la manera como describe tanto las formas
de escritura de estas novelas como la adicción, si podría llamarse así, del
protagonista. Tanto es así que se olvidó de cazar, de administrar su hacienda y
se colgó de la nube en esos universos donde los hombres son caballeros, las mujeres son doncellas que suspiran por los héroes y
donde los caballos de trabajo son corceles
majestuosos.
Es evidente
la intensión del autor de señalar una crítica, desde el humor, al género donde
se mezcla a Hércules con un ídolo de oro de Mahoma, con Anteo, mitología griega
y religiones varias. Recordé los libros actuales donde el protagonista intenta
mantener encendida la antorcha de Zeus con el báculo de un elfo mientras un
enjambre de zombies lucha con vampiros para conquistar el reino de Egipto. Calidoscopio
de personajes de lugares y de tiempos disímiles, pérdida absoluta de la
verosimilitud.
Más leía y más leía el hidalgo y más desconectaba de la realidad. ¿Sería el
esfuerzo por entender escrituras como las siguientes?
La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi
razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura.
Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las
estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la
vuestra grandeza.
Algo tan así escrito, escriturísimo, con
la preciosidad más preciosa de un don tan alto, tan elevadísimo de las mentes
elevadas y sapientes para compaginar las más aventuras aventureras que ensalzan
los espíritus, por demás volátiles, de las almas grandes que ni el grandísimo
Aristóteles sería capaz de entender. Perdón, me dejé llevar. En fin, el pobre
hombre ha perdido la cordura o se ha podrido de su vida. Entre la vida en una
hacienda y la vida de un héroe de espada y caballo, se decidió por la segunda.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase
por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las
entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.
Él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches
leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco
dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el
juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de
encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros,
amores, tormentas y disparates imposibles.
Y un caballero tiene que tener,
para ser creíble, una espada, un caballo y una doncella. Su caballo de trabajo,
un rocín, se ha transformado en Rocinante así como una labradora, Dulcinea, en
su dama. Según cuenta, él mismo bautizó a su caballo y a la mujer dejándose
guiar por la sonoridad de los nombres, tarea que le demandó más de diez días.
“Rocinante” sería como un gran rocín, y si rocín significa “caballo de mala
postura y poca alzada”, entonces el Rocinante es un gran caballo de mala
postura y poca alzada con mayúsculas. Y el hidalgo pasó a llamarse a sí mismo,
como mandaba la época, don Quijote de la Mancha, haciendo honor al lugar donde él era
originario. De ahora en más llámenme doña Gabriela de La Plata.
La parte
donde narra todos estos detalles me hicieron reír mucho, sobre todo cuando limpia una antigua espada y
trata de remendarla con lo que tiene a mano: cartón.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a
su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra
cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin
amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.
Este hidalgo, don Quijote de la Mancha, es un héroe que se
ha creado a sí mismo.
No me he apuntado a este reto, pero me gusta mucho ir leyendo vuestras entradas :)
ResponderEliminarBesos!!
Hola Laura. Pasa cuando quieras a leernos. No me imaginé que me gustaría tanto El Quijote, claro que tenía la imagen de haberlo leído obligada en la escuela. Besos. Gaby
ResponderEliminarEste primer capítulo es inmejorable! Dan ganas de seguir!
ResponderEliminarBesotes!!!
Sii, esta tarde arranco con el capítulo 2. Besoss. Gaby
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